Una mujer cuenta que su hijo pequeño - con la curiosidad de quien oyó una palabra nueva, pero no entendió su significado - le preguntó:
"Mamá, ¿Qué es la vejez?"
En una fracción de segundo, antes de responder, la mujer hizo un verdadero viaje al pasado. Se acordó de los momentos de lucha, de las dificultades, de las decepciones. Sintió todo el peso de la edad y la responsabilidad sobre sus hombros.
Se volvió para mirar al hijo, que -sonriendo- esperaba su respuesta.
"Mira mi rostro, hijo. Esto es la vejez".
Y observó al jovencito mirando sus arrugas y la tristeza en sus ojos. Cuál fue su sorpresa cuando, después de algunos instantes, el niño le respondió:
"¡Mamá!, ¡Qué bonita es la vejez!"
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